lunes, 13 de febrero de 2017
La Delia se escapó
La tía Delia rascaba la espalda como si estuviese narrando una historia mágica, donde sus manos eran barridas de todo lo malo, de lo que lastima a veces. O eran casi una excusa, un trampolín directo a un sueño hermoso. Y temer entrar a ese sueño era casi un histeriqueo porque no quería perder noción de su tacto. Mis miedos ya ahuyentados eran fríamente humillados, porque la tía hacía un bien de vocación. Y por que no, de voluntad. Porque era una tía, al menos para mi. Pero una tía como las que no tenía, como las que me faltaban. Como si hubiese un lugar perfectamente guardado para ella y su paso por mí. Su piel estaba trizada de tierra y sus ojos miraban inocentes infinitos. Su tristeza siempre soslayada por los mates de la mañana, donde invadían sus risas: tan familiares como el clic de un reloj inconfundible, el cual estas tan acostumbrado a escuchar que pensabas que no iba a dejar de sonar nunca.
martes, 7 de febrero de 2017
El Zama contempla -dice
"
Me
remontaba a la idea de un dios creador. Un espíritu que no hacía pie en nada,
capaz de establecer las leyes del equilibrio, la gravedad y el movimiento. Pero
su universo era una rotación de bolillas, mayores o menores, opacas o
luminosas, en un espacio preciso, como recortado por el alcance de una mirada,
en el cual el sonido resultaba inconcebible.
Entonces,
por mis necesidades, el dios creador tomaba la figura de un hombre, que no
podía ser verdaderamente un hombre, porque era un dios, ajeno y remoto. Un
anciano de melena y barba blancas, sentado en una roca, que contemplaba con
cansancio el universo mudo.
Sus
cabellos eran de siempre blancos. Había nacido anciano y no podía morir. Su
soledad era atroz. Aciaga.
Como un
dios no puede crear dioses, pensó crear al hombre, para que éste los creara.
Creó
entonces la vida. Pero antes de crear al hombre, hizo las culebras, los
gérmenes de la peste y las moscas, dio fuego a los volcanes y removió el agua
de los mares. Precisaba extirpar el tormento y una cierta cólera que la soledad
había puesto en su corazón.
Después
realizó una obra de amor: el hombre, y lo rodeó de bienes.
Pero el
dios fracasó, porque el hombre creó multitud de dioses que no miraban bien al
primero y no sólo se repartieron el universo, sino que algunos de ellos
impusieron hegemonías. El mayor fracaso del dios consistió en que podía ver al
hombre, pero el hombre no podía verlo a él, no podía devolverle ninguna de sus
miradas enternecidas de padre.
El dios
quedó solo e irritado. Dejó que los frutos del bien se multiplicaran por sí
mismos o por obra del hombre; mas no eliminó los males y desde entonces, para
manifestar su presencia, se complacía en agitarlos, ora aquí, ora allá. Otros
dioses advenedizos le ayudaban.
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