Viven desproporcionados.
Es como cuando pensamos que hay algo escrito inmerso en el aire y nos responde secretamente. Algo que primero lo busco en las reflexiones de la luz del sol, y me muevo como atando hilos entre mis ojos y ellas, haciendo formas raras. Después ausculto en la respiración que te encuentro, que no encuentro, que viene a mi y disonante llega a frecuencias que no alcanzo en mi precaria forma de ser egoísta. Cuando escucho, y busco una satisfacción muy pronta (lastimosa), es, porque quedé atrapado en esa gruesa rama en la que se atoró mi zapato, de la que siempre me ofreciste tus manos para abrazar la mía. Sabias ellas, supieron no lastimarse del todo, porque el merecimiento con el que uno honra los dolores son los fragmentos de vida que se prefieren escribir con el nombre que amas. Fragmentos de vida que uno regala, o mas bien... da. Ese extraño placer donde la congruencia es la consecuencia de sentir que la sonrisa se dibuja en la cara de ese amor, como apaciguando lo pesadumbroso de la existencia. Es quizás el destello de aquel sol que no quiso darme la respuesta que necesitaba, cuando me encontraba con algo mas que un tronco donde apoyarme y mis dedos se distraían sobre su áspera piel, para hacer avanzar el tiempo.
Que bravuras se animó a traerme la corriente, que me encuentran siempre distante del horizonte inerte, pero que como un espejismo se mimetiza en la vagueza con la cual se amaca mi espalda, invocando apoyarse sobre la tuya.
Que bravuras se animó a traerme la corriente, que me encuentran siempre distante del horizonte inerte, pero que como un espejismo se mimetiza en la vagueza con la cual se amaca mi espalda, invocando apoyarse sobre la tuya.
Espaldas apoyadas. La alegría del reverso.
ResponderEliminar