Era su sonrisa la que iba, la que envolvía el centro
a límpidos rastros que seguían esa música florecida.
No yacían las hojas sino, detrás de ella
y decorosas las baldosas disimulaban permanecer para mostrarla
Andaban los grises vientos fríos tiniendo miedos,
abrumando manos quebradas que esperan otras,
dibujando distraídos, sus cabellos histéricos
que pesadumbrosos se tuvieron que acostumbrar.
sábado, 12 de septiembre de 2015
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