¿Adónde van las palabras que no se quedaron? ¿Adónde van las miradas que un día partieron? ¿Acaso flotan eternas, como prisioneras de un ventarrón? ¿O se acurrucan, entre las hendijas, buscando calor? ¿Acaso ruedan sobre los cristales, cual gotas de lluvia que quieren pasar? ¿Acaso nunca vuelven a ser algo? ¿Acaso se van? ¿Y adónde van? ¿Adónde van?
¿En qué estarán convertidos mis viejos zapatos? ¿Adónde fueron a dar tantas hojas de un árbol? ¿Por dónde están las angustias, que desde tus ojos saltaron por mí? ¿Adónde fueron mis palabras sucias de sangre de abril? ¿Adónde van ahora mismo estos cuerpos, que no puedo nunca dejar de alumbrar? ¿Acaso nunca vuelven a ser algo? ¿Acaso se van? ¿Y adónde van?
¿Adónde van?
¿Adónde va lo común, lo de todos los días? ¿El descalzarse en la puerta, la mano amiga?
¿Adónde va la sorpresa, casi cotidiana del atardecer?
¿Adónde va el mantel de la mesa, el café de ayer?
¿Adónde van los pequeños terribles encantos que tiene el hogar?
A veces creo que vine a distraerme, a soñar, a elegir que quiero todo y no quiero nada… y que los impedimentos que se me generan son creados por el hombre, por lo tanto carecen de valor. Carecen de valor, si existiese fuera del sistema, fuera de la funcionalidad… qué quizá exista, en la utopía que desconozco y siempre anhelo, en la libertad que me genera un desasosiego que insiste en la posibilidad de su idea, en el deseo que genera el desamor, en la penetración de energías que genera una mirada, en las verdaderas diferencias que recrea el dialogo, en los problemas, sus posteriores puntos de vista, su llegada o no a una posible conclusión, que no tiene que ver con acuerdos sino con una aceptación de variedad, en las palabras como elemento punzante, en la actividad física y mental, en el silencio como elemento necesario para el ejercicio del alma, en la contemplación del simple ir de una dama, de la simple llegada del atardecer, o el abrazo de aquellos locos. “Unicamente me detiene lo que me hace feliz” escuche por ahí… o que “lo que salva es descarrilar”. Una vez le dije a un amigo –“Hay que enfermarce”, no tengo dudas de eso.
He venido a distraerme, a desalinearme.
Hay una serie de encasilladores sociales, slogans, semejanzas a ciertos temas. Básicamente limitaciones que ofrecen para adaptarse a una funcionalidad determinada y de alguna forma terminar siendo una hormiga... si. El problema creo, es que a cierta etapa te "corresponde" actuar de cierta forma y no (de ninguna forma) sentirlo o actuar bajo ciertas convicciones.
Hay una preocupación paranoica, que la percibo de forma ineludible. Esa preocupación se basa en una carrera, que como si estuviésemos hablando de un juego, se condena o se adquiere un respeto virtual, de plástico, necio.
Mi juventud se ve afectada, perseguida, por una serie de factores que me afectan TANTO. TANTO. TANTO.
Estoy cansado de una forma tan abrupta, que me niego a la negación de mi correspondencia.